¿Dios valora a la mujer?
“Por una mujer tuvo comienzo el pecado, y a causa de ella, todos morimos.” (ECLESIÁSTICO, SIGLO II ANTES DE NUESTRA ERA)
“Tú eres la puerta del diablo; tú eres la que abriste el sello de aquel árbol; tú eres la primera transgresora de la ley divina; [...] tú destruiste tan fácilmente al hombre, imagen de Dios.” (EL ADORNO DE LAS MUJERES, DE TERTULIANO, SIGLO II DE NUESTRA ERA)
ESTAS palabras, que en realidad no proceden de la Biblia, se han utilizado durante siglos para justificar la discriminación de la mujer. Aún hoy existen fanáticos que responsabilizan a las mujeres de todos los males de la humanidad y recurren a textos religiosos para explicar por qué creen que hay que someterlas. Pero ¿era la intención de Dios que la mujer fuera despreciada y maltratada por el hombre? ¿Qué dice la Biblia? Veámoslo.
¿Maldijo Dios a la mujer?
No. Jehová Dios maldijo a “la serpiente original, el que es llamado Diablo” (Revelación [Apocalipsis] 12:9; Génesis 3:14). Cuando Jehová dijo que Adán dominaría a su esposa, no le estaba dando su consentimiento para que la sometiera (Génesis 3:16). Solo estaba prediciendo cuáles serían las tristes consecuencias del pecado que habían cometido.
De modo que el maltrato que sufre la mujer es consecuencia del pecado que heredan los seres humanos, y no de una maldición divina. La Biblia no promueve la idea de que la mujer deba ser sometida para pagar por el pecado original (Romanos 5:12).
¿Fue creada inferior al hombre?
En absoluto. Génesis 1:27 dice: “Dios procedió a crear al hombre a su imagen, a la imagen de Dios lo creó; macho y hembra los creó”. Así que tanto el hombre como la mujer fueron creados con la capacidad de reflejar la personalidad de Dios. Y a pesar de tener una constitución física y emocional diferente, su Creador les encargó la misma comisión y les otorgó los mismos derechos (Génesis 1:28-31).
Antes de crear a Eva, Dios indicó: “Voy a hacerle una ayudante [a Adán], como complemento de él” (Génesis 2:18). ¿Significa el hecho de que Eva fuera creada como complemento de Adán que era inferior a él? De ningún modo. La expresión hebrea empleada también se puede traducir “ayuda idónea para él” o “ayuda similar a él”. Para ilustrarlo: ¿quién es más importante en un quirófano? ¿El cirujano o el anestesiólogo? Es cierto que el cirujano es el que opera, pero no podría hacerlo sin la ayuda del anestesiólogo. Algo parecido pasa en el caso del hombre y la mujer. Dios los creó para que colaboraran estrechamente, no para que compitieran entre sí (Génesis 2:24).
¿Qué prueba que Dios valora a la mujer?
Dios previó que, debido a la imperfección causada por el pecado original, la actitud del hombre hacia la mujer cambiaría. Por eso tomó medidas para protegerla. En su libro La Bible au féminin (La Biblia en género femenino), Laure Aynard habla de la Ley mosaica, que se implantó en el siglo XVI antes de nuestra era, y señala: “La mayoría de las veces que se menciona a la mujer en el pacto de la Ley es para defenderla”.
Así, la Ley de Dios mandaba honrar y respetar tanto al padre como a la madre (Éxodo 20:12; 21:15, 17). Además, exigía que se mostrara la debida consideración a las mujeres embarazadas (Éxodo 21:22). Incluso en nuestros días, estos mandatos contrastan con la falta de derechos que sufren las mujeres en muchas partes del mundo. Pero eso no es todo.
La Ley de Dios y la mujer
La Ley que Dios suministró a la nación de Israel tenía multitud de beneficios físicos, morales y espirituales para todo el pueblo, hombres y mujeres por igual. Si ponían en práctica lo que escuchaban, estarían “por encima de todas las otras naciones de la tierra” (Deuteronomio 28:1, 2). ¿Y qué hay en cuanto a las mujeres? ¿Con qué derechos contaban bajo la Ley?
1. Derecho a la libertad individual. A diferencia de lo que pasaba en otras naciones de aquel tiempo, las israelitas disfrutaban de mucha libertad. Aunque el varón era el cabeza de familia, la esposa, con la plena confianza de él, podía desempeñar tareas como inspeccionar un terreno, comprarlo o plantar una viña. Y si era buena hilando y tejiendo, podía montar su propio negocio (Proverbios 31:11, 16-19). Las mujeres del antiguo Israel eran individuos con derechos propios y no meros apéndices del hombre.
También podían cultivar una relación personal con Dios. En la Biblia se mencionan casos como el de Ana, quien le oró a Dios sobre algo que le preocupaba y le hizo un voto en secreto (1 Samuel 1:11, 24-28). Cierta señora de la ciudad de Sunem solía ir los sábados a consultar al profeta Eliseo (2 Reyes 4:22-25). Algunas, como Débora y Huldá, ejercieron de representantes divinas. Hasta sacerdotes y hombres prominentes acudían a ellas por consejo (Jueces 4:4-8; 2 Reyes 22:14-16, 20).
2. Derecho a la educación. Al ser una de las partes implicadas en el pacto de la Ley, las mujeres podían estar presentes durante la lectura de las leyes, lo que les daba muchas oportunidades de aprender (Deuteronomio 31:12; Nehemías 8:2, 8). Asimismo podían recibir preparación para ciertas facetas de la adoración pública. Algunas probablemente desempeñaban “servicio organizado” en el tabernáculo, y otras cantaban en un coro mixto (Éxodo 38:8; 1 Crónicas 25:5, 6).
Muchas mujeres del antiguo Israel llevaban sus propios negocios
Muchas israelitas sabían cómo llevar un negocio próspero (Proverbios 31:24). Y las madres contribuían a la formación de los hijos varones hasta que se hacían adultos (Proverbios 31:1). ¡Qué diferente de otras naciones en las que solo el padre los educaba! Sin duda alguna, la mujer del antiguo Israel no carecía de educación.
3. Derecho al respeto. Uno de los Diez Mandamientos estipulaba: “Honra a tu padre y a tu madre” (Éxodo 20:12). Y el sabio rey Salomón dijo en uno de sus proverbios: “Escucha, hijo mío, la disciplina de tu padre, y no abandones la ley de tu madre” (Proverbios 1:8).
La Ley regulaba con detalle el trato con personas del sexo opuesto y manifestaba gran respeto por las mujeres (Levítico 18:6, 9; Deuteronomio 22:25, 26). Incluso les recordaba a los hombres que debían tener en cuenta los límites físicos y biológicos de su esposa (Levítico 18:19).
4. Derecho a la protección. En su Palabra, Jehová se describe a sí mismo como “padre de huérfanos de padre y juez de viudas”, es decir, se consideraba responsable de proteger a quienes no tenían un padre o un esposo que lo hiciera (Salmo 68:5; Deuteronomio 10:17, 18). De hecho, en cierta ocasión en que la viuda de un sacerdote se vio en aprietos por culpa de un acreedor injusto, Jehová hizo un milagro para que ella pudiera sobrevivir sin perder su dignidad (2 Reyes 4:1-7).
Otro ejemplo es el de las hijas de Zelofehad. Cuando los israelitas todavía estaban en el desierto, este cabeza de familia murió sin dejar un descendiente varón. Entonces, sus cinco hijas solicitaron “una posesión” en la Tierra Prometida. Jehová les concedió más de lo que ellas habían pedido, pues le dijo a Moisés: “Debes darles la posesión de una herencia en medio de los hermanos de su padre, y tienes que hacer que la herencia de su padre pase a ellas”. A partir de ese momento, las mujeres israelitas pudieron recibir una herencia de sus padres y dejársela a sus descendientes (Números 27:1-8).
Una visión distorsionada de la opinión de Dios
La Ley de Israel concedía una posición honorable a las mujeres y fomentaba el respeto por sus derechos. Sin embargo, a partir del siglo IV antes de nuestra era, el judaísmo se dejó influir por la cultura griega, que consideraba inferior a la mujer (véase el recuadro “Textos antiguos que discriminan a la mujer”).
Ya en el siglo VIII antes de nuestra era, el poeta griego Hesíodo culpaba a la mujer de todos los males. En su obra Teogonía hablaba de “la más perniciosa raza de mujeres, el más cruel azote que existe entre los hombres mortales”. Esta idea cobró auge en el judaísmo a principios del siglo II antes de nuestra era. De hecho, el Talmud, que se empezó a compilar en el siglo II de nuestra era, advertía a los hombres que conversar mucho con mujeres podía empujarlos a recurrir a prostitutas.
Claro, con el paso del tiempo, semejante desconfianza hacia la mujer afectó enormemente su papel en la sociedad judía. En tiempos de Jesús, su acceso al recinto del templo se había limitado al atrio de las mujeres. Solo recibían educación religiosa los varones, y ellas probablemente se sentaban aparte en las sinagogas. En el Talmud también se citaban las siguientes palabras de cierto rabino: “Todo el que instruye a su hija en la Torá [la Ley] es como si la instruyera en cosas frívolas”. Así pues, al transmitir una visión distorsionada de la opinión divina acerca de la mujer, los líderes religiosos judíos inculcaron en muchos hombres el desprecio por las mujeres.
Cuando Jesús estuvo en la Tierra, percibió estos prejuicios tan enraizados en la tradición del pueblo judío (Mateo 15:6, 9; 26:7-11). Ahora bien, ¿dejó él que influyeran en su manera de tratar a las mujeres? ¿Qué podemos aprender de su actitud y del trato que les daba? ¿Y qué puede decirse del cristianismo verdadero? ¿Ha contribuido a mejorar la situación de la mujer? Hallará las respuestas en el siguiente artículo.
Textos antiguos que discriminan a la mujer
A partir del siglo I de nuestra era, diversos intelectuales comenzaron a reinterpretar el relato de Génesis a la luz de la filosofía griega. Para Filón de Alejandría, por ejemplo, Eva había cometido el pecado de tener relaciones sexuales y por eso había sido condenada a sufrir las consecuencias “de la pérdida de la libertad y del dominio del varón con el que convive”. Este repudio de la mujer se infiltró en los escritos judaicos y en los de los Padres de la Iglesia.
Por ejemplo, en un midrás (comentario judío) que data del siglo II, un rabino explica por qué pensaba que la mujer debía cubrirse la cabeza: “Ha cometido una trasgresión y siente vergüenza de la gente”. Y el teólogo Tertuliano, cuyas obras ya tenían mucho peso en el siglo II, predicaba que la mujer debía caminar “como una Eva llorosa y penitente”. Estas enseñanzas y otras similares, que algunos atribuyen equivocadamente a la Biblia, han fomentado la discriminación de la mujer.
viernes, 25 de enero de 2019
miércoles, 16 de enero de 2019
Que Significa RENUEVO
RENUEVO
Significado
Jesús es el retoño del tronco David.
Explicación
Jesús es el renuevo del tronco de David y, paradójicamente, también es la raíz. Él es la vid de la que dependemos para obtener los nutrientes y tener vida. El germen de una semilla es casi invisible al ojo humano, sin embargo es la parte más importante. En él se encuentra la vida de la planta, más bien la vida de una nueva planta. La Biblia habla con expresiones diferentes del germen o “Renuevo” para designar al Mesías que iba a venir. Es el “renuevo del Señor” (Isaías 4:2), un “renuevo” (Isaías 53:2), un “renuevo justo” (Jeremías 23:5), un “varón cuyo nombre es el Renuevo” (Zacarías 6:12). Este lenguaje simbólico, típico de los profetas del Antiguo Testamento, subraya a la vez la humildad en la que Jesús vino y el hecho de que resucitó. Su humildad: su nacimiento en el seno de una familia pobre, la fragilidad de un niño acostado en un pesebre, su vida en el anonimato, su contacto con los más pobres y despreciados, y por último su muerte en una cruz entre dos malhechores. Su resurrección: comparándose a una semilla de trigo, el Señor Jesús explicó que tenía que morir, caer “en tierra”, para llevar fruto. El germen de la semilla es su vida, pero una vez en tierra, imagen de la muerte, la semilla desaparece, dejando desarrollarse una nueva planta. Esta es una imagen elocuente de la resurrección, la vida surge de la muerte, una única semilla que muere produce muchas semillas. Estas semillas representan a los creyentes, los cuales son el resultado de la muerte y resurrección del Señor.
Referencias Bíblicas
Isaías 11:1 NVI; Jeremías 23:5; Zacarías 3:8; 6:12.
Nombres Asociados
Nazareno (significa renuevo, del hebreo netzer; Mateo 2:23; Isaías 11:1) Raíz de David (Apocalipsis 5:5, Isaias 11:10), vástago (Isaias 53:2 NVI), vid (Juan 15:1)
Significado
Jesús es el retoño del tronco David.
Explicación
Jesús es el renuevo del tronco de David y, paradójicamente, también es la raíz. Él es la vid de la que dependemos para obtener los nutrientes y tener vida. El germen de una semilla es casi invisible al ojo humano, sin embargo es la parte más importante. En él se encuentra la vida de la planta, más bien la vida de una nueva planta. La Biblia habla con expresiones diferentes del germen o “Renuevo” para designar al Mesías que iba a venir. Es el “renuevo del Señor” (Isaías 4:2), un “renuevo” (Isaías 53:2), un “renuevo justo” (Jeremías 23:5), un “varón cuyo nombre es el Renuevo” (Zacarías 6:12). Este lenguaje simbólico, típico de los profetas del Antiguo Testamento, subraya a la vez la humildad en la que Jesús vino y el hecho de que resucitó. Su humildad: su nacimiento en el seno de una familia pobre, la fragilidad de un niño acostado en un pesebre, su vida en el anonimato, su contacto con los más pobres y despreciados, y por último su muerte en una cruz entre dos malhechores. Su resurrección: comparándose a una semilla de trigo, el Señor Jesús explicó que tenía que morir, caer “en tierra”, para llevar fruto. El germen de la semilla es su vida, pero una vez en tierra, imagen de la muerte, la semilla desaparece, dejando desarrollarse una nueva planta. Esta es una imagen elocuente de la resurrección, la vida surge de la muerte, una única semilla que muere produce muchas semillas. Estas semillas representan a los creyentes, los cuales son el resultado de la muerte y resurrección del Señor.
Referencias Bíblicas
Isaías 11:1 NVI; Jeremías 23:5; Zacarías 3:8; 6:12.
Nombres Asociados
Nazareno (significa renuevo, del hebreo netzer; Mateo 2:23; Isaías 11:1) Raíz de David (Apocalipsis 5:5, Isaias 11:10), vástago (Isaias 53:2 NVI), vid (Juan 15:1)
lunes, 14 de enero de 2019
Lo que dice la Biblia sobre el Amor
¿Qué dice la Biblia sobre el amor?
"El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor." 1 Juan 4:8.
¿Qué es el amor?
“El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.” 1 Juan 4:8.
Cuando pensamos en amor es fácil pensar en los buenos sentimientos. Pero el verdadero amor no depende de los sentimientos. Se trata de algo mucho más que lo que siento por alguien, un amor romántico, un miembro de mi familia, un amigo, un compañero de trabajo. A menudo se da y se recibe amor con la intención de que YO reciba algo a cambio. Pero, ¿qué hago cuando me cuesta algo amar a alguien? ¿Qué dice la Biblia sobre el amor?
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.” 1 Corintios 13:4-8.
Pero entonces, ¿qué es amor? Cuando hago todas las cosas sin darle importancia a mis sentimientos o independientemente de las acciones de los demás, esto es amor. En ocasiones no siento que puedo amar cuando soy tentado a la ira, a la impaciencia, a buscar mi propio bien, a pensar lo peor de alguien, a renunciar a algo. Pero cuando niego estos sentimientos y me regocijo, tengo longanimidad, me humillo, llevo las cargas de los demás, soporto todas las cosas – y un verdadero amor se manifiesta. El amor da su vida – aquellas reacciones naturales y exigencias que son parte de la naturaleza humana – y no espera nada a cambio.
“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.” Juan 15:13.
Amar primero
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” 1 Juan 4:10. Es muy bueno si alguien me ama, y yo lo amo de vuelta. Eso es fácil. Pero esto no es una prueba de amor. Dios nos amó antes de que nosotros lo amáramos, y no hemos hecho nada para merecer este amor. ¿Qué sucede si alguien me ha tratado mal? ¿Dónde está mi amor entonces? El amor da, y no sólo a los que son buenos con nosotros. Ama a sus enemigos; ama primero. Y no desaparece si el amor no es recíproco. Todo lo soporta.
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.” Mateo 5:44-45.
El amor de Dios
“Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.” 1 Juan 4:20-21.
Nuestro amor a Dios no es mayor que nuestro amor por nuestros semejantes. El amor de Dios no cambia según las circunstancias. Está firmemente arraigado.
Como humanos tenemos la tendencia de querer que los demás cambien. Sentimos que es difícil amar a alguien así como es, y preferimos que fuera diferente. Esto es una prueba de que estamos más preocupados en nuestra propia felicidad y comodidad que del amor por los demás; buscamos nuestro propio bien.
La verdad es que, en lugar de esperar a que los demás cambien, tenemos que encontrar nuestro propio pecado y purificarlo. El interés propio, la actitud de que soy un “sabelotodo”, la arrogancia, la terquedad, etc… pecados que encuentro cuando estoy con los demás. Si nos purificamos de todas estas cosas entonces podemos llevar carga, creer, esperar y soportar todo por los demás. Los amamos así como son, y podemos orar por ellos con un amor de Dios sincero y cuidar de ellos.
Ninguna excepción para amar
No, no hay ninguna excepción. Ningún pensamiento de que “Esta persona no se lo merece.” Jesús dio su vida por nosotros, y esta fue la última prueba de lo mucho que Él nos amó. Nunca alguien ha merecido esto en menor grado que nosotros. Amar no significa estar de acuerdo con el pecado de los demás, o decir que todo lo que hacen está bien. Más bien, es llevar su carga, orar por ellos, tener fe por ellos, desearles lo mejor. Esto es ir a la acción a pesar de lo que siento. Entonces puedo pasar de tener una aversión natural por alguien a tener un amor verdadero por ellos. Si quiero ayudarlos y hacer que se conviertan de las cosas que podrían ser perjudiciales para ellos, puedo exhortar, aconsejarlos o corregirlos, pero sólo puedo hacerlo cuando lo hago a partir de un verdadero cuidado por ellos.
Todas las personas con las que estoy deberían sentir una atracción y un querer de acercarse a Cristo a través de mí. El amor es lo que atrae y acerca a la gente. La bondad, la compasión, la mansedumbre de corazón, la paciencia, el entendimiento. ¿Cómo puede alguien sentir atracción y acercarse si la experiencia que tiene de mí es de impaciencia, soberbia, insolencia, odio, etc.?
Si siento que me falta verdadero amor de Dios entonces puedo orar a Dios y pedirle que me muestre cómo puedo conseguir más. Pero tengo que estar dispuesto a renunciar a mi propia voluntad y pensar primeramente en los demás antes que en mí.
“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.” 1 Corintios 13:13
"El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor." 1 Juan 4:8.
¿Qué es el amor?
“El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.” 1 Juan 4:8.
Cuando pensamos en amor es fácil pensar en los buenos sentimientos. Pero el verdadero amor no depende de los sentimientos. Se trata de algo mucho más que lo que siento por alguien, un amor romántico, un miembro de mi familia, un amigo, un compañero de trabajo. A menudo se da y se recibe amor con la intención de que YO reciba algo a cambio. Pero, ¿qué hago cuando me cuesta algo amar a alguien? ¿Qué dice la Biblia sobre el amor?
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.” 1 Corintios 13:4-8.
Pero entonces, ¿qué es amor? Cuando hago todas las cosas sin darle importancia a mis sentimientos o independientemente de las acciones de los demás, esto es amor. En ocasiones no siento que puedo amar cuando soy tentado a la ira, a la impaciencia, a buscar mi propio bien, a pensar lo peor de alguien, a renunciar a algo. Pero cuando niego estos sentimientos y me regocijo, tengo longanimidad, me humillo, llevo las cargas de los demás, soporto todas las cosas – y un verdadero amor se manifiesta. El amor da su vida – aquellas reacciones naturales y exigencias que son parte de la naturaleza humana – y no espera nada a cambio.
“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.” Juan 15:13.
Amar primero
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.” 1 Juan 4:10. Es muy bueno si alguien me ama, y yo lo amo de vuelta. Eso es fácil. Pero esto no es una prueba de amor. Dios nos amó antes de que nosotros lo amáramos, y no hemos hecho nada para merecer este amor. ¿Qué sucede si alguien me ha tratado mal? ¿Dónde está mi amor entonces? El amor da, y no sólo a los que son buenos con nosotros. Ama a sus enemigos; ama primero. Y no desaparece si el amor no es recíproco. Todo lo soporta.
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos.” Mateo 5:44-45.
El amor de Dios
“Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.” 1 Juan 4:20-21.
Nuestro amor a Dios no es mayor que nuestro amor por nuestros semejantes. El amor de Dios no cambia según las circunstancias. Está firmemente arraigado.
Como humanos tenemos la tendencia de querer que los demás cambien. Sentimos que es difícil amar a alguien así como es, y preferimos que fuera diferente. Esto es una prueba de que estamos más preocupados en nuestra propia felicidad y comodidad que del amor por los demás; buscamos nuestro propio bien.
La verdad es que, en lugar de esperar a que los demás cambien, tenemos que encontrar nuestro propio pecado y purificarlo. El interés propio, la actitud de que soy un “sabelotodo”, la arrogancia, la terquedad, etc… pecados que encuentro cuando estoy con los demás. Si nos purificamos de todas estas cosas entonces podemos llevar carga, creer, esperar y soportar todo por los demás. Los amamos así como son, y podemos orar por ellos con un amor de Dios sincero y cuidar de ellos.
Ninguna excepción para amar
No, no hay ninguna excepción. Ningún pensamiento de que “Esta persona no se lo merece.” Jesús dio su vida por nosotros, y esta fue la última prueba de lo mucho que Él nos amó. Nunca alguien ha merecido esto en menor grado que nosotros. Amar no significa estar de acuerdo con el pecado de los demás, o decir que todo lo que hacen está bien. Más bien, es llevar su carga, orar por ellos, tener fe por ellos, desearles lo mejor. Esto es ir a la acción a pesar de lo que siento. Entonces puedo pasar de tener una aversión natural por alguien a tener un amor verdadero por ellos. Si quiero ayudarlos y hacer que se conviertan de las cosas que podrían ser perjudiciales para ellos, puedo exhortar, aconsejarlos o corregirlos, pero sólo puedo hacerlo cuando lo hago a partir de un verdadero cuidado por ellos.
Todas las personas con las que estoy deberían sentir una atracción y un querer de acercarse a Cristo a través de mí. El amor es lo que atrae y acerca a la gente. La bondad, la compasión, la mansedumbre de corazón, la paciencia, el entendimiento. ¿Cómo puede alguien sentir atracción y acercarse si la experiencia que tiene de mí es de impaciencia, soberbia, insolencia, odio, etc.?
Si siento que me falta verdadero amor de Dios entonces puedo orar a Dios y pedirle que me muestre cómo puedo conseguir más. Pero tengo que estar dispuesto a renunciar a mi propia voluntad y pensar primeramente en los demás antes que en mí.
“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.” 1 Corintios 13:13
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