jueves, 2 de julio de 2015

Que es Alabar y Adorar a Dios

QUÉ ES ALABAR Y ADORAR A DIOS

DIFERENCIA ENTRE LA ALABANZA Y LA ADORACIÓN A DIOS



Aunque alabar y adorar a Dios es algo maravilloso y sublime, también es una experiencia viva.
Es algo muy real y palpable, que todos podemos experimentar y que no está vedado para nadie.
Muchos han hablado y escrito acerca de la alabanza y la adoración.

Este es un tema amplio y profundo, que resulta a veces algo difícil ponerlo en palabras,
Quizás no alcancemos a captarlo en toda su magnitud (valiéndonos tan solo de nuestro intelecto humano).
 Más bien es algo que cada quien debe experimentar personalmente con el Señor, convirtiéndose
en una realidad en su vida, para poder adentrarse en la belleza y maravillas de alabarle y adorarle,
como dice su palabra, “en espíritu y en verdad” (Juan 4:23,24).
Solo quien lo vive ha de comprenderlo, pues no se trata de captarlo nada más que con la mente.
También hay que entenderlo y vivirlo con el corazón, el alma y el espíritu. Con toda razón dijo
el apóstol Pablo:
"Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son
locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente."
1 Corintios 2:14
Aún así, quisiera que, dentro de nuestras humanas limitaciones, meditáramos un poco acerca de
lo que implica alabar y adorar a Dios.

QUÉ ES ALABAR Y ADORAR A DIOS

¿Es lo mismo alabar a Dios que adorar a Dios? Bueno, muchas veces en nuestro diario hablar
tendemos a utilizar indistintamente estos términos. Aunque ambas cosas implican rendirle tributo,
exaltación, honor, veneración y gloria a Dios; podría decirse que existe una delgada línea
que diferencia ambos conceptos.
Contrario a ciertos esquemas de antaño, la alabanza no se refiere a los cantos rápidos y la
adoración, a los cantos lentos. Tampoco, la alabanza y la adoración a Dios tienen que ver,
siempre y necesariamente, con la música o el canto. Hay en ello mucho, pero mucho más que eso.
Existe una riqueza inmensa cuando nos adentramos a alabar y adorar a nuestro Dios.

1. LA ALABANZA:
La alabanza a Dios es, principalmente, un acto de gratitud por todo lo que Dios hace, pero más
aún, porque él es digno de ella. Alabar a Dios implica un acto de reconocimiento de su grandeza
y señorío, así como de lo excelso, único, admirable y grandioso que es él.
Al alabarle, proclamamos sus poderosos hechos, sus maravillas, su grandeza, su poder y su gloria.
Le ensalzamos, enaltecemos, honramos, glorificamos y exaltamos con admiración y gratitud;
recordamos victorias pasadas y declaramos triunfos futuros.
Cuando le alabamos, declaramos también lo que dice su Palabra acerca de él mismo: lo grande,
Todopoderoso, omnipotente, misericordioso, soberano, altísimo, benevolente y clemente que él es.
Es decir, al alabarle le glorificamos por todo lo que él ha hecho, hace y hará con y por nosotros,
y por toda su obra en el universo entero. Y nos gozamos con júbilo y gratitud en todo esto. Al
alabarle, bendecimos a Dios por cómo es él y por lo que nos da y hace por nosotros.
Los siguientes pasajes son un claro ejemplo de alabanzas directas a Dios, y le recomiendo leerlos:
Salmos 147; 145; 138; 96; 95:1-5; 150:1,2.
Ahora bien, si tan solamente alcanzamos este punto, de alabar a Dios, podremos experimentar
gran gozo y bendición, pero posiblemente no habremos llegado al nivel de un encuentro profundo
con el Señor en espíritu y en verdad, como él quiere y como está buscando que le adoremos.
Esto no quiere decir que la alabanza a Dios sea superficial y carezca de profundidad. Claro que no.
Lo que quiero decir es que es la alabanza es la puerta de entrada que nos conduce hacia aguas
aún más profundas y hermosas con Dios: nos lleva a sumergirnos en las aguas de la adoración.
La alabanza a Dios nos va llevando o abriendo el camino hacia un punto más profundo de encuentro
con él, que es la adoración al Señor.


2. LA ADORACIÓN:
La adoración Dios implica mucho más que alabarle. Es un encuentro profundo con el Señor,
con su Persona Divina. A través de este encuentro personal podemos palpar Quién es él y
tomamos conciencia de quiénes somos nosotros, junto a él; así como de nuestra inmensa pequeñez
e insignificancia.
Al venir ante Dios en adoración, ya no solo le exaltamos por todo lo que hace por nosotros y
por todas sus maravillas y obras magníficas. Más allá de todo eso, la adoración implica exaltarle,
engrandecerle POR QUIÈN ES ÉL.
Por eso, tal confrontación con la majestad divina, estando ante él en adoración, hará que nuestra
adoración esté enmarcada dentro de una actitud de reverencia. Pero al adorarle así, no le veremos
solamente como el excelso, Altísimo y Todopoderoso; sino también nos lleva a verle como el Dios
de amor, que es también nuestro Padre celestial. Por lo que la adoración nos une más a Dios.
Además, la adoración a Dios implica un acto de humillación voluntaria y sometimiento al Señor,
en donde nuestro ser entero lo rendimos ante él. Por eso, la adoración ha de ser entregada a Dios,
en una actitud de humildad verdadera.
Todos estos aspectos que, a grosso modo acabamos de mencionar, respecto a la adoración a Dios,
merecen ser vistos con mayor detenimiento, pues encierran grandes y profundas verdades. Tener
conciencia de las mismas, puede abrirnos mejor los ojos ante las grandezas y bendiciones del
alabar y adorar a Dios.

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